Anoche,
en Mairena, en el Festival Flamenco, podría no haber ocurrido nada más -ni menos-
que pasar una noche disfrutando del cante y el baile flamenco, en un marco como
el de ese Festival, uno de los pioneros en Andalucía, por tanto, en el mundo.
Pero
no fue así.
Hablamos
de cante jondo, allí no cabe otra cosa y quizás por eso lo que me estaba
llegando no eran sólo las voces estremecedoras de cantaoras y cantaores sino,
una vez más, el alma del CANTE. Ya no eran los matices de las gargantas de cada
uno/a, iba mucho más allá : eran ecos de la historia de un pueblo, una historia
única que es la puede ser capaz de parir esa criatura que ayer habitaba en el escenario. Eran todos los gestos de los
cantaores y cantaoras, milenarios, involuntarios, sobrecogedores muchas veces,
ajenos a la convencional idea de la belleza. Eran sus manos retorcidas por un
esfuerzo que, para convertirse en voz y en cante, no le sirven sólo las cuerdas
vocales sino que necesariamente tiene que salir de las entrañas y de las
entrañas nada sale de forma modosa, ordenada, estudiada y vacía., Sentí como
esas voces, con el busto de Antonio Mairena atrás, atento, escuchando y
comprobando – sin dudas- que no se ha perdido la jondura del cante , eran como agua que regaban los campos y la
tierra de donde nacían, que se esparcían por aquellos territorios de trigos,
por aquellas vegas de sudores y de espanto de siglos, que fertilizaban – sin
saberlo, sin ser conscientes - la conciencia de pueblo, de pertenencia a una
cultura nuestra, propia y singular. Era la tierra que volvía a la tierra en un
ciclo de vida , muerte y renovación. Eran quejas, dolores acumulados, “ays” que
vienen del más allá, de la noche de los tiempos andaluces que tanto guardan,
que tanto acumulan, que tanto callan para seguir conservando su sabiduría,
guardándola como un secreto que, en estas ocasiones, sale a borbotones indescifrables
en forma de cante jondo, de ese que solo necesita una guitarra – también sabia
y antigua- y, casi ni eso . Letras de lo cotidiano gitano-andaluz, que también evocaban aquellas fraguas ,
aquellos comportamientos, aquellas convivencias, mezclas y destinos y aquel
orgullo de ser gitano trabajador andaluz o no gitano trabajador andaluz. Te
puede llegar lo que te llega, pero cuando hablan las entrañas, en ese lenguaje
que no es humano, no existen etnias, ni
colores, ni las separaciones que se establecen en este mundo material, sectario y clasificador. En esta noche, como
en todas esas noches donde el cante ya no es cante para pasar a ser una
criatura en sí misma gestada por el pueblo andaluz, es cuando te sigues
reafirmando con más fuerza, cuando te hablan desde otros lugares voces que
escuchamos los que estamos atentos a ellas, cuando el escalofrío no tiene nada
que ver con no llevar puesta una chaqueta a las 4 de la madrugada al aire
libre, cuando el nudo de la garganta no sabes de dónde ni por qué surge.
En
esas noches sabes, compruebas de nuevo, que no estás equivocada en tus íntimas
convicciones, que tienes las responsabilidad de hacer valer como se pueda, como te dejen, como sea capaz, lo
que encierra lo jondo en Andalucía – más allá de las expresiones externas – que
tienes mucho por lo que luchar, mucho por lo que sufrir, mucho por lo que
amar.
Sentí,
como he sentido tantas veces en mi vida.
Que aunque tuviera toda la eternidad, no sería suficiente para
agradecerle a esta tierra el tesoro espiritual que nos regala. Cada una, cada
uno, sentirá , a su forma -cuando lo siente- cómo devolverle a esta tierra su
grandeza, como pagarle su generosidad. Yo quisiera, cuando me vaya, volver a
ella mil veces más y por mucho que haga en todas esas mil veces, nunca será
suficiente. Pero, al menos, en esta realidad, en este espacio-tiempo mío, no
dudaré jamás cual es el camino. Escuchando todo lo que había detrás de esas
voces, de esas entrañas por soleá. por seguiriya, por romance, por martinete,
por fandango, por malagueñas… no puedo dudar del camino.
Me
acordaba anoche de las palabras de Federico, la que he repetido tanto en mis
trabajos teatrales y audiovisuales y que vuelvo a dejar aquí, junto a estas
emociones de anoche:
“El
cante es
hondo, verdaderamente hondo, más que todos los pozos y todos los mares que
rodean el mundo, mucho más hondo que el corazón actual que lo crea y la voz que
lo canta, porque es casi infinito.. Viene del primer llanto y del primer verso”.
F. G. Lorca.
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