2020
4D: UNA PATRIA EN LA CONCIENCIA
Quizás nacemos ya con ella y con todo un bagaje inexplicable de eternos retornos que no pueden descifrarse ni entenderse con los habituales códigos que manejamos. No lo sé, no me he dedicado a buscar explicación porque tampoco me preocupa poder o no explicarlo. No tengo que darle cuentas a nadie, ni justificar nada.
Soy hija de un pueblo herido y siento su herida como herida propia, su dolor, como propio dolor. Una herida que parece no cerrar, que supura por los costados, desangrándose lentamente siglo tras siglo. Y, sin embargo, sigo presintiendo que hay un pueblo capaz de curarla, un pueblo en el que sigo depositando esperanzas y en el que sigo confiando contra vientos, huracanes y mareas que intentan arrasar cualquier covencimiento.
Hace 43 años, poquísimos comparados con la inmensidad del tiempo, que, a contracorriente, mi pueblo, mi gente, mi arbonaida llenaron las calles y el aire andaluz con un grito de esperanza, de liberación, de dignidad, de compromiso. Y en aquellas calles, en aquellos gritos y en aquellas arbonaidas habitaban, juntos, pasado, presente y futuro mientras generaciones muy anteriores nos miraban expectantes desde sus atalayas inmateriales.
Desde entonces fueron naciendo y creciendo hasta hacerse adultas las desilusiones, fueron disipándose los gritos y las arbonaidas, aquellas que florecían en cada balcón, en cada ventana y que como las golondrinas anunciaban una nueva primavera de amapolas, trigos y tierra sin amos, iban quedando huérfanas de contenido, del significado de los símbolos, para ondear sin mensaje, yermas, en oficiales y estériles mástiles. Muchas veces, cuando las miro, me evocan a esos sueños en los que gritamos angustiados pero nos sale la voz y nadie nos oye
43 años desde aquel 4 de Diciembre de 1977 y aún y a pesar de que las maniobras de desarticulación de la conciencia andaluza desde el poder andaluz y estatal y desde otros poderes no sólo políticos, dieron sus frutos, a pesar que las hijas y los hijos de esta tierra deambulan entre las tinieblas del desprecio lingüístico , de las largas colas en las puertas de las oficinas de desempleo, de los laberínticos formularios de ayudas mínimas para salir a la superficie desde las oscuridades de los pozos sin fondo, de los requisitos para parados de larga duración, de las de los comedores públicos, de la del tópico y la suplantación de la identidad, de la de la indigna dependencia económica de una tierra rica, de la reforma agraria pendiente y urgente, de la de la nueva emigración de su gente joven, de la de la carencia de estructuras de comunicación que impide un necesario desarrollo, de la falta de industrialización, del sometimiento al centralismo, de la aculturación y la globalización enajenantes, viviendo una realidad que visten de lunares y volantes en ferias y romerías - cantando la pena, la pena se olvida- ajenos al propio poder, a la historia propia, indiferentes y muchas veces enemigos de sí mismos… a pesar de todo , vislumbrando entre esas tinieblas, yo sigo creyendo en mi pueblo, sigo creyendo en una Andalucía viva y con una infinita fuerza interior de la que, posiblemente, no es consciente pero que no tengo ninguna duda que habita entre nosotros y nos hace, como al ave fénix, renacer de nuestras cenizas y construir, una y otra vez, sin abatimiento, nuestras propias herramientas para superar las adversidades y salir de nuevo a la calle, con nuestros gritos de liberación y esperanzas, nuestra dignidad, nuestros compromisos y nuestras arbonaidas que , como en esos carnavales gaditanos, no cesan de afirmar que “verde y blanca es nuestra sangre” .
Puede que se trate de una cuestión de la poderosa fe, pero tengo fe en mi pueblo andaluz, en la capacidad de sus gentes, en la valentía de sus luchas, en la bendita forma de celebrar la vida por encima de las dificultades. Sí, soy hija de un pueblo herido pero también soy hija de un pueblo que emana luz y proyecta su generosa alma al resto de la humanidad.
43 años después, en este 4 de Diciembre de 2020 - año singular- la fe , el amor y la esperanza en este pueblo y en su soberanía, tiene que volver a reescribirse con una clara afirmación : la de que somos capaces de volver unidos a demostrar que Andalucía, el pueblo andaluz, es un sujeto político y que no está dispuesta a permanecer muda mientras hablan todas y todos los demás, que no quiere vivir de migajas centralistas ni de obediencia a quienes ni la miran ignorando conscientemente su existencia pero que saben maquiavélicamente disfrazarse de verde y blanco cuando llega el mezquino mercadeo de las urnas.
Este 4D no debe, no puede ser uno más en el que conmemoración atomizada de quienes lo consideramos Día Nacional de Andalucía, lo celebramos y reivindicamos mientras la mayoría -entre la que se encuentran las y los jóvenes andaluces- ni siquiera sabe ya qué pasó hace 43 años. No puede repetirse. Que el 2020 se vaya con todos sus males a cuesta. Todos – que no han sido pocos- y consigamos la sanación que , indudablemente, unidas y unidos nos llegará antes y nos hará más fuertes.
Hay amores y llamas que no se apagan nunca, que perviven en ese eterno retorno del que hablaba, que son indestructibles porque están en lugares escondidos a donde los GPS nunca conseguirán llegar. Aunque me tomen por loca, afirmo que la soberanía de este pueblo está en marcha, que las antorchas siguen encendidas y que, de nuevo, vamos a intentarlo, enarbolando nuestra arbonaida con toda su carga simbólica en la que siguen vivos los ecos de los siglos y de quienes, antes que nosotros, la enarbolaron de todas las formas posibles.
Y volverán los trigos, los campos abiertos y sembrados de esperanza, las amapolas, la altivez de los aceituneros, el digno sudor de la Andalucía trabajadora, la poesía, la música, el teatro, el cine, la danza, el flamenco, la pintura, la escultura… y oiremos que oyen otros oídos, y veremos que miran otros ojos junto a los nuestros y sabremos - como decía el poeta- que se nos une el pálpito de otra sangre y volverán los sueños y el duende a decir que no estamos solos, a defender y a posicionarse al lado de esta tierra que los necesita y a seguir apostando por un futuro distinto con diseño propio porque todavía nos queda, sin lugar a dudas – que no lo dude nadie- una patria en la conciencia.
¡Viva Andalucía Libre y Soberana!