Los
caminos de la emoción son imprevisibles aunque se sepa de antemano que en algún
momento, inevitablemente, la emoción va a aparecer. Eso sucedió anoche en el sentido
homenaje que viví de catalanes hacia mi padre. Eran aquellos que nunca dejaron
de ser sus amigos y lo demostraron en numerosas ocasiones. Eran aquellos que lo
acogieron con su Quejío a cuestas y lo cobijaron del frio y de las negaciones
de gente cercana empeñada en que aquello no era teatro porque era Brecht quien
marcaba lo que era teatro en Andalucía mientras Cataluña y Europa
-especialmente Francia - recibían a estos andaluces del trabajo, de los
candiles, las guadañas y la soldadura eléctrica, como un milagro teatral, como
una de las mayores aportaciones al lenguaje del teatro nuevo del mundo.
En
gran parte gracias a ellos, a estos catalanes que allí estaban anoche, Salvador
Távora y La Cuadra pudieron ser.
Y
allí estaban con su mano extendida de nuevo y sus corazones llenos de recuerdos y de
admiración, unos corazones que hablan el mismo idioma que los nuestros y que no
pierden la memoria ni la gratitud. Joan de Sagarra se emocionaba hablando de cómo
conoció a Blas Infante a través de la obra de Salvador y cómo tuvo noticia de la amistad del Padre de la Patria Andaluza
con Companys o recordaba las noches que con Salvador esperaba al Cachorro por el
puente Trianero y unos nazarenos pequeños, con el Távora en la sangre, se
recogían cansados del largo trayecto o hablando de Triana en Barcelona recordó la letra que en “Los Palos” se
atrevía a cantar La Cuadra de Sevilla en aquellos tiempos de duras prohibiciones con los cuerpos sudorosos de soportar el peso de la
marginación andaluza … “que bonita está Triana cuando le ponen al puente
bandera republicana”.
“Nunca
más volví a ver a Andalucía como antes de que llegara Távora con el quejío del pueblo
andaluz a sus espaldas” decía Joan y se le notaba una auténtica rabia en la voz
cuando recordaba a todo el auditorio que este hombre que tanto nos dio a todos
es objeto actualmente de una abrumante indiferencia oficial andaluza… Me entristecían estas
últimas palabras y me avergonzaban pero me emocionaba escuchando su sinceridad
y sintiendo el cariño que se respiraba en todo el acto y por parte de todos los
asistentes.
Ferran
Mascarell, Consejero de la Generalitat Catalana afirmó que “Távora es
parte de la Cultura Catalana”, que fue tanto lo que aportó en momentos tan
cruciales para el entendimiento entre los pueblos, fue tanto lo que llevó a Cataluña y lo que
mostró de una Andalucía desconocida en su desgarro, que “es parte de nosotros
porque aprendimos mucho de él”. Y a
pesar de que hablaba un político me volvió la emoción cuando se atrevió a decir
“te quiero Salvador , yo que soy un hombre frio en sus expresiones, esta noche
no me importa decir que te queremos”… y así se iban sucediendo las intervenciones
presentadas por otro reconocido hombre de teatro catalán: Hemann Bonnin.
Decía
que los caminos de la emoción son imprevisibles y lo fueron anoche. Todo
aquello era previsible y tenía claro que en algunos momentos aparecería el nudo
en la garganta y esa previsión se iba cumpliendo en la justa medida hasta que
Hemann dio paso a Paco Ibañez y de su guitarra y su voz iban saliendo las notas
y las palabras que me traían a los aceituneros altivos de mi tierra. Comenzó a cantarla y el público comenzó a seguirlo también, bajito, como en un ritual improvisado.
Yo no pude. “Andaluces de Jaén,
aceituneros altivos, decid en el alma de quien, de quien son estos olivos”… no me salía la voz. Comenzaron a venirme
pensamientos , imágenes, recuerdos… “no los levantó la nada, ni el dinero, ni
el señor, sino la tierra callada, el trabajo y el sudor”… la tierra callada,
callada… la tierra callada pensaba. Como ahora, como siempre, la tierra
callada… me acordaba de toda la esperanza que habitaba entre nosotros entonces, jóvenes, mayores, estudiantes, trabajadores, jornaleros... de todas las promesas de reparto de tierras… y las voces seguían cantando tras
la de Ibañez … “ cuántos siglos de
aceituna, los pies y las manos presos sol a sol y luna a luna, pesan sobre vuestros
huesos”… pensaba que seguíamos teniendo
los pies y las manos presas de algo mucho más peligroso: presas de dependencia,
de servidumbre voluntaria, de conformismo, de engaños, de mentiras y
cautiverios vestidos de PER… no sé cómo se me venían tantas cosas a la cabeza
en tan breve tiempo, un tiempo que me parecía irreal. Y cuando llegamos al “
Jaén levántate brava sobre tus piedras lunares, no vayas a ser esclava con
todos tus olivares”… ahí ya, sin compostura comencé a llorar, bajito eso sí, para que
no se diera nadie cuenta, pero casi desconsoladamente, tragándome todas las
lágrimas posibles, sacando disimuladamente un pañuelo del bolso intentando
inútilmente que no se notara… “levántate brava sobre tus piedras lunares”…
¿dónde estaban los aceituneros altivos? ¿Qué habían hecho con ellos? ¿en qué
los habían convertido?... “No vayas a ser esclava con todos tus olivares”… sentí un hondo desconsuelo, una tristeza
profunda… ¿en qué han convertido aquellas esperanzas? ¿dónde están los
andaluces bravos, altivos, luchadores, esperanzados, valientes,
desafiadores?... ¿Qué han hecho con nosotros? … Las palmas me indicaron que
había acabado la canción pero no pudieron arrancarme la tristeza… me sequé como
puede las lágrimas que aún quedaban y traté de recomponerme para seguir el acto
pero en este homenaje catalán a mi padre, en este acto de gozo y de comunión
entre dos pueblos, en mi alma hubo un antes y un después de esos “Andaluces de Jaén”.
Los
caminos de la emoción son imprevisibles… los de las lágrimas , algunas
veces, también.