Atravesando
cortinas del almendros por tierras granaínas en una luminosa y andaluza mañana
llegamos al lugar donde se encontraba. Casa humilde, tesoro en medio de
montañas y paz. Una chimenea encendida reforzó el calor de su abrazo, de su
beso de amigo sincero y de siempre. Buena gente a su alrededor, a veces creo
que demasiado buenas para poder soportar con una sonrisa una vida de continuos
despropósitos y agravios. Gente de campo, del campo andaluz milenario y
sabio como lo eran ellos hoy, sentados a
nuestro lado, escuchando… mientras él nos decía “tenemos que aprender a
escuchar”. Hoy escuché, sobretodo escuché porque había muchas cosas que
aprender. Constataba, mientras escuchaba sus palabras sentidas, sinceras, lo
hermosa que es la tradición oral, lo maravilloso que es sentarse a escuchar
alrededor de una chimenea en medio del esplendor del campo andaluz.
Tantas
cosas… tantos recuerdos se me vinieron hoy mas al alma que a la cabeza porque
los recuerdos que se guardan en el alma son los que te alimentan y te orientan
durante toda la vida. Nos hablaba de
valores… ¿sabrán muchos que quiere decir eso de “valores” sin relacionarlo con
el euro? Me temo que no. Me parecía que todo aquello que estaba viviendo esta
mañana era necesario multiplicarlo por mil, por dos mil, por diez mil… que era
necesario que germinara, que floreciera de nuevo, que volviera a arrancarnos el
coraje y la valentía de plantarle cara andaluza a la vida, al Estado, a Europa,
al mundo. Cuánto necesitamos escuchar a
personas como él para poder construir una sociedad distinta… y posible.
Nos reímos
-porque sigue teniendo la capacidad de reírse mientras hace una huelga de
hambre- me recordó una vez más que la bandera andaluza que su hijo le regaló
comprada con su primer sueldo, preciosa, grande, soberana no la puedo heredar,
que mi padre la podrá tener hasta el final pero que es suya… nos volvimos a reír
porque me lo dice siempre. No me importa porque la bandera que heredo, de mi
padre y de él, esa no es material, es mía para siempre porque me la bordaron
ellos en el corazón. Esa no me la puede quitar nadie ni nada y por ella y por
ellos aguanto lo que me echen.
Cuánta
ilusión y esfuerzo en aquellas carreras de punta a punta de este territorio, en
aquellos “esfuerzo por Andalucía” repletos de andaluces que se pasaban la
bandera kilómetro a kilómetro durante todos los años que él logró mantener
aquel esfuerzo. Yo tuve la suerte, la dicha y el honor de vivirlo para mi
patrimonio inmaterial y eterno. Yo tuve la suerte de sentir aquel latido andaluz
que aún no habían abatido las banderas oficiales a pesar de llevar ya muchos
años como adorno en el Parlamento. Yo lo vi y lo viví. Y él era el alma de todo aquello junto con
otros muchos compañeros y compañeras suyos, andaluces que luchaban y creían en
esta tierra y me enseñaron a creer también en ella y en ella sigo creyendo y en
sus gentes que hoy he visto, de nuevo, encarnadas en esos ganaderos granaínos. “Nadie ha sido capaz de hacer que me duche a
las seis de la mañana con agua fría, excepto tú en aquellos días de carrera por
Andalucía” le decía entre risas y recuerdos esta mañana.
Quiero
creer que nada fue estéril, que aquellas camisetas de las carreras en las que
ponía “somos un pueblo” - que aún
guardo- siguen estando de alguna forma en nuestro sentimiento colectivo: quiero
creerlo, necesito creerlo. Sólo tenemos que quitar los abrigos, los jerseys de
lana gorda , las sudaderas y descubrir que seguimos llevando esas camisetas,
que seguimos siendo un pueblo : el pueblo andaluz al que no pueden arrebatarle
su futuro por más tiempo , ni su identidad ni su derecho a ser.
Ahora
estás en huelga de hambre. No es la primera tuya. Hoy nos recordabas que
llegaste hasta los 35 días en algunas de ellas, hoy hablamos de aquel sindicato
obrero del campo SOC que fundaste, hoy mas que hablar, hicimos lo que teníamos
que hacer : escucharte.
Paco
Casero, decirte gracias es no decir nada porque no cabe en la palabra todo lo
que tengo que agradecerte, lo que tenemos que agradecerte. Por eso me limito a
decirte que las personas como tú son las que dan sentido a una lucha a la que
no vamos a renunciar, da igual que parezcamos locos, románticos, ilusos,
utópicos… da igual porque sabemos que eso es lo que hay que hacer y a mi, al
menos, me lo enseñaron personas como tú. Dicen que los que luchan toda la vida son los imprescindibles.
Vamos
a estar contigo. Voy a estar contigo. Y ese corazón de Andalucía invisible que
casi parece a veces que no late pero que nunca muere y con el que jamás podrán
acabar, también está contigo. Me lo dijeron los almendros hoy mientras iba a
verte.