02 febrero 2014

Costaleros: sin complejos



Eran proletarios, cargadores, trabajadores del muelle de Sevilla. Olían a rio y a patio de vecinos. Tenían postguerra y hambre en su memoria. Los pasos sevillanos se hicieron a su imagen y semejanza, o a su altura y sabiduría que es lo mismo. Las trabajaderas son transversales para que puedan cargar el peso como lo hacían con los sacos del muelle, sobre la espalda y la cerviz protegida por esa morcilla que no siempre los libra de lesiones. Algunos se quedaron bajo los pasos en los mismos días de las celebraciones. Una semana al año - santa para muchos, tradicional y cultural para otros tantos- se ganaban un sobresueldo que aliviaba su maltrecha economía. No llevaban relevo, no podían ir al lado del paso y , en muchos casos, su relación con la iglesia era la de esa única semana. Eran cuadrillas de trabajadores – término que también viene del muelle- que sacaban pasos todos los días y alguna de estas cuadrillas, en la noche del Jueves Santo, tras dejar dentro a Monte-Sión, se iban calle arriba a sacar a la Macarena. 12 horas más sobre sus espaldas. Los conocí. A los últimos profesionales que quedaron - cuando ya en su mayor parte eran hermanos costaleros- los conocí, los entrevisté y los dejé para siempre en un documento audiovisual que atestigua su condición, su procedencia y, sin lugar a dudas, su vocación. Eran asalariados, cierto, pero eran,  sobretodo, costaleros. Se sentían costaleros, protagonistas de una fiesta polémica y única por sus diferentes e inseparables vertientes que en otros lugares de la tierra son irreconciliables. No en Andalucía. Nuestra singularidad y nuestra historia como pueblo se refleja claramente en todos los componentes de esta semana de primavera. Todos procedían de las clases populares sevillanas y todos se sentían partícipe de la fiesta de la ciudad. Eran “la gente de abajo” . Sin ellos nunca la Semana Santa seria lo que es y quien lo ponga en duda que repase la historia de los intentos de rueda.
¿Quién dice que no representan simbólicamente a las clases trabajadoras de Sevilla, a la solidaridad en el trabajo, a la fuerza de la unión?
Cuando ya se vieron excluidos seguían sintiéndose costaleros, siempre fueron costaleros y se murieron siendo costaleros. Muchos de ellos tenían una ilusión : que Sevilla reconociera su labor, su trabajo y su aportación a la Semana Santa. Lo intentaron en varias ocasiones y en una de ellas casi lo consiguen, hace ahora 10 años. Pero los que lucharon por ese sueño que a algunos puede parecerle una nimiedad, se fueron sin verlo.  Mi tio Hipólito, de la cuadrilla de “los ratones”,  fue uno de ellos, uno de los más empeñados en que ese reconocimiento se levantara en cualquier plaza sevillana. Sé bien de la ilusión de estos hombres porque me la transmitieron directamente sin intermediarios.
Decía El poeta sevillano Antonio Machado que “en España, de diez cabezas, nueve embisten y una piensa”.  Aquí tenemos esa costumbre : embestir sin ni siquiera saber por qué, sin saber contra qué estamos embistiendo, sin pararnos a conocer el por qué de las cosas, mezclando y confundiendo churras con merinas. Por eso, ante esta propuesta que los andalucistas sevillanos hemos hecho, nos importan muy poco las embestidas porque llevamos en ella la ilusión de los costaleros profesiones sevillanos.
En política hay que ser valientes y no tener complejos cuando las cosas se tienen claras. No debería ser de recibo ni la cobardía ni la hipocresía pero abundan.  En Sevilla hablar de Semana Santa no es de derecha ni de izquierda porque miles de nazarenos y muchos costaleros sevillanos son militantes y simpatizantes de partidos de izquierda, porque pertenecemos a una ciudad donde anarquistas de la calle Feria tenían a la Macarena en la cabecera de la cama durante la República El andalucismo no deja de ser una opción progresista, ni le hace guiños a nadie y menos a la derecha porque quiera convertir en realidad ese monumento al costalero. No entiendo los complejos de la izquierda, ni sus prejuicios en estos asuntos, como no entiendo los de la derecha, ni ese equivocado derecho que creen tener sobre manifestaciones religiosas imprimiéndoles un solo matiz, cuando lo que no puede ser no puede ser y, además, es imposible. Yo soy una persona de izquierda y, sin complejo alguno, me pateo las calles sevillanas durante esa semana peculiar disfrutándola con todos mis sentidos.  Siempre huí de la etiquetas porque a estas tierras las etiquetas de otros lugares no la definen. Sería bueno que nuestras etiquetas las elaboremos nosotros mismos con nuestras propias herramientas sin que nos importe lo que digan o piensen los demás.
Tenemos conciencia del momento que estamos viviendo todos. Por ello no pedimos que sea el ayuntamiento quien corra con los gastos de este monumento. Queremos que sea la ciudad de Sevilla: quien  quiera, quien pueda, quien crea que sería bonito y justo reconocer al costalero porque no es “algo más” . Y quien crea que no es necesario lo tiene muy fácil : no aportar nada pero eso sí,  la embestida que no falte que hasta ahí podríamos llegar.
Estar implicados en el día a día de la ciudad, en sus problemas, en sus prioridades, en la lucha por el empleo, la sanidad o la educación , entre otros muchos frentes sociales abiertos - lucha demostrada y patente aunque la mayoría de las veces oculta por los medios - ¿es incompatible con esta propuesta? Claramente no. ¿Es incompatible tras una manifestación contra el alto porcentaje de paro o contra los desahucios, aparcar las distintas banderas de “la lucha” para sentarse a tomar unas cervezas y comer como veo a tantos y tantos manifestantes? Es hasta ridículo plantearlo.
 Los andalucistas  sevillanos haremos todo lo que esté en nuestras manos para que Sevilla tenga ese monumento , para nosotros símbolo y homenaje a las clases trabajadoras sevillanas y, por supuesto, extensible a todos y cada uno de los actuales costaleros de Sevilla. Sin complejos.