Recuerdo un cartel de los últimos
años del franquismo en el que se leía : “Si el andaluz acomodado piensa en Madrid y
el andaluz pobre piensa en Barcelona, ¿quién piensa en Andalucía?”
Muchos años-más de 40- han pasado desde
entonces y más de 32 desde la redacción definitiva de nuestro Estatuto de
Autonomía y sin embargo, no nos suena extraña ni lejana la pregunta de aquel
cartel que con alguna variante podría imprimirse hoy.
En aquellos años del
franquismo y en aquellas luchas, se multiplica el interés de muchos
intelectuales y artistas andaluces por la cultura y por una conciencia de
pueblo latente en movimientos no sólo culturales sino también sociales y
políticos. La autonomía que engendrada en un sorprendente 4 de Diciembre en el
que los andaluces salen en masa a mirar
a las comunidades llamadas históricas de “tú a tú” y al resto del Estado
afianzando su derecho como país, era una herramienta necesaria,
fundamental para comenzar a encontrar soluciones propias a nuestros
problemas jugando en ello un importantísimo papel la cultura, definida
como lo hace la antropología, como “un conjunto de conocimientos y valores
colectivos que orientan los comportamientos y relaciones entre las personas y
de estas con el mundo y dan significado a la existencia de los individuos y del
pueblo que se identifican con ella a través de los elementos que son marcadores
de identidad”
En aquel 4 de Diciembre en el que gritaba esta
identidad, al pueblo andaluz no sólo le temió el gobierno, que puso todas las
trampas posibles para que nunca llegase a la autonomía por el 151, sino la mayoría de partidos que tenían sucursal
en nuestro territorio y aspiraciones de gobernar el Estado. Por un lado,
para ellos era la gran oportunidad de garantizarse el poder usurpando un
andalucismo latente en aquellos millones de andaluces. Por otro, la ocasión
precisa para, una vez llegados al poder, hacer las maniobras políticas
necesarias para mantenerse en él y desarticular y diluir aquella clara
conciencia de pueblo que fluía por las calles y a la que tanto contribuyó la
cultura. Una vez apropiado el estallido andaluz y en sus manos, ya podía
comenzar a destruirse comenzando por manipular la verdad sobre el propio
desbloqueo del Estatuto. Con la ley en
la mano, la autonomía se pierde el 28F. Me corresponde y es de justicia
decir que fue gracias al articulo 144 -con el que dieron los andalucistas -
encabezados por Alejandro
Rojas Marcos -con lo que se
logra desbloquear una camino sin salida hacia el 151 y se dota a Andalucía de una autonomía del mismo rango que la de
Galicia, Cataluña y Euskadi. Este logro andalucista se vende como traición y aún sigue en el
imaginario colectivo. Políticamente no se podía permitir un éxito andalucista
en aquellos momentos: restaba demasiados votos que hacían falta para llegar a
Madrid.
Con el Estatuto ya en la mano y el engaño dando frutos se comienza la labor de desactivación
haciendo caso omiso a los propios mandatos estatutarios.
Durante la dictadura tanto la
oligarquía andaluza como los intelectuales que sirven al poder niegan y
bloquean la cultura andaluza y la utilizan para simbolizar la cultura del
Estado, españolizándola y difundiéndola como una manifestación folclórica,
frívola, prostituida y propia de un pueblo inculto y colonizado. En democracia
y con un estatuto andaluz que ordena lo contrario se hace lo mismo -de forma
enmascarada e inteligente- y con igual resultado de bloqueo y negación.
El Estatuto, en lo que refiere a la
cultura y la identidad cultural andaluzas, establece objetivos y competencias
que podrían haberse convertido en una excepcional arma transformadora, en
unos pilares claves para afianzar la conciencia andaluza y en un poder
necesario para influir y tener una voz propia, necesaria y decisiva en el
Estado Español. Andalucía, en su Estatuto, se define como una nacionalidad y se
reconoce su identidad histórica garantizando el acceso de todos los andaluces a
los niveles educativos y culturales que les permitan su realización personal y
social afianzando la conciencia de identidad andaluza, a través de la
investigación, difusión y conocimiento de los valores históricos, culturales y
lingüísticos del pueblo andaluz en toda su riqueza y variedad”. Papel
mojado. La cultura andaluza y el
afianzamiento de una conciencia de pueblo, lo mandara o no el Estatuto, nunca
fueron respetados en Andalucía por lo que, consiguientemente, no podrán
serlo en el resto del Estado. Nuestros políticos no parecen haber creído en el
pueblo andaluz, en sus capacidades ni en sus posibilidades de desarrollo
cultural y social, ni en una cultura diferenciada y enriquecedora, ni
utilizaron el poder con el que nos dotaba nuestro estatuto como poder político
frente al poder central, ni movieron un solo dedo para consolidar nuestra
identidad en las generaciones que siguieron a aquellas del 4 de Diciembre, ni
tuvieron nunca un proyecto político propio excepto aquel que servía para mantenerse
en el poder autonómico, elección tras elección, no como gobierno propio sino
como una gran sucursal abierta en Andalucía de quienes siempre nos han
gobernado. Hablarán, como conquista, de infraestructuras de todo tipo, de
avances tecnológicos, de una sociedad del bienestar a la que hay que salvar
pero jamás se ocuparon ni ocuparán en obedecer los mandatos de nuestro Estatuto
para el afianzamiento de nuestra identidad como pueblo.
¿Qué se enseña en los colegios y en
los institutos sobre Andalucía? ¿Qué se está exportando como cultura andaluza?
¿Qué se ha hecho en nuestra televisión y radio públicas para cumplir con el
mandato del Estatuto? ¿Qué imagen de Andalucía ha cambiado para el exterior en
estos más de 30 años? Y entre los propios andaluces ¿qué concepto ,qué idea,
qué concepción tenemos de nosotros mismos tras todos estos años?. ¿Qué
entendemos por identidad cultural y política?. Me atrevería a decir que lo que
se entendía en aquellos años del cartel nos gana por goleada.
Más de 30 años de autonomía para
seguir de copla en copla, de palabra vacía en palabra vacía; para que en
las plazas de las ciudades y pueblos andaluces haya una figura de un tal Blas
Infante que nadie sabe quién es ni qué proponía para nuestro pueblo, de
banderas oficiales que no significan nada excepto cuando las desempolvan un 28F
de 9 a 15 para que todos digamos un adoctrinado “Viva Andalucia”… sin “libre”, no nos vayamos a acordar de repente de
aquel 4 de diciembre y vayamos a contaminar a nuestros jóvenes que ya se ha
conseguido que ni sepan qué pasó aquel día.
La cultura ya o es mercancía
o no sirve, o es de nuevo complaciente -en cualquiera de sus
manifestaciones- o molesta. Si preguntas por el “Complot de Tablada” muchos
jóvenes creerán que es el título de una película. La cultura académica permite
que se salga de la universidad con un título pero huérfanos de nuestra
identidad; y nuestra historia, la popular se está quedando reducida a tres
fiestas y pico y a algunas romerías en las que se está pervirtiendo su verdadera
esencia. Los polideportivos y grandes superficies donde los dos de siempre
celebran sus carísimos congresos y mítines sólo sirven para arrojarse
dardos de derecha a izquierda o de izquierda a derecha según toque, los
mismos dardos repetidos y manidos que les sirven para perpetuar el juego en el
sistema con una Andalucía siempre ausente menos unos meses antes de abrir las
urnas. En las manifestaciones de uno y otro signo, la verde y blanca brilla por
su ausencia excepto cuando acuden los andalucistas. Las ciudades no son
hermanas sino enemigas (que buen resultado sigue dando el divide y vencerás).
Ahora las nuevas caras del mismo poder nos venderán, una vez más, futuro,
transparencia, regeneración política, interés por la cultura y nos dirán que
miremos hacia adelante, sobretodo para que no nos demos cuenta si miramos atrás
que nos han dejado con el mayor porcentaje de paro del Estado y una sociedad
desindustrializada y de servicio que no tiene peso alguno en el Estado, muda y
ninguneada y que no se reconoce como pueblo diferenciado, con identidad y
poder. Como símbolo del resultado de todos estos años me quedo con la actual
huelga de hambre de Paco
Casero, uno de los
fundadores del Sindicato Obrero del Campo y con un teatro “Salvador Távora” cerrado. Paco representa junto a otros
luchadores del campo andaluz, la frustración de una reforma agraria y un
progreso social que se quedó en nada, como en nada se ha quedado la explotación
de nuestras mayores fuentes de riqueza y nuestras ilusiones. La cuadra de Sevilla
simboliza un revolucionario “Quejío” que desde la cultura abanderó la
reivindicación de un pueblo andaluz que sigue cultural y socialmente herido.
Escribiendo ahora recuerdo una de las
letras de los cantes de “Quejío” :
“Qué pena más grande
tengo que callar,
que
se me llenan los puños de rabia
si miro patrás”