Era una mañana luminosa, asi se
grabó en mi recuerdo. Hay muchas palabras para describir emociones, pero
siempre que busco las adecuadas para describir ésta, no las encuentro. Aún hoy,
me invade, mientras escribo, aquella
sensación. Quizás por la juventud y por ser la primera inmersión en esa
aventura de una esperanza distinta. Nunca pensé que iba a encontrarme con aquella
visión, con aquella marea blanca y verde
que me encogió el corazón aquel cuatro de Diciembre de 1977. No sé si todos los
que estaban allí - convirtiendo la reivindicación en una fiesta de la libertad
y de la identidad- eran consciente de lo que aquello significaba pero estoy
segura, que voces de otros tiempos, que rincones de la sangre y la memoria,
estaban proyectando en la pantalla del alma y la dignidad su haz de luz y todo
aquello era luz por fuera y por dentro. Éramos mujeres y hombres de luz, unidos
por dos colores. Nunca vi a tantos miles de personas en Sevilla en
manifestación bajo una sola bandera. Todos, todas, sostenían con fuerza su
blanca y verde. La mayoría posiblemente no conocía la historia de la bandera
que ahora sostenían con fuerza pero intuían - como intuyen los pueblos
milenarios como el andaluz - que era algo grande, algo que hablaba de ellos y
por ellos, algo que necesitaban para afirmarse como pueblo frente a otros que
querían pasarle por delante negándonos. Yo tenía la suerte de haber visto
muchas veces antes esa bandera y de haber escuchado desde mi niñez que esa era
la nuestra y haber aprendido a amarla. Quizás por eso, me quedé sin respiración
cuando - junto a mi hermana- me sumergí en aquel paisaje desconocido teñido de
verde y blanco. Me sentí orgullosa de mi gente, de aquella gente de todas las
edades que guiada por la voz de la memoria, gritaban “Andalucía, Autonomía” con
su bandera en la mano.
Mas tarde, con mas edad y mas
conocimiento, comprendí por qué aquello tuvo que dar miedo y por qué parte de
los mismos que quisieron que la gente se echara a la calle aquel 4 de
diciembre, fueron los que intentaron borrar ese luminoso día de la memoria de
los andaluces.
Intento imaginar muchas veces que
hubiese sido de Andalucia si esos millones de andaluces no hubiesen dejado que
les arrebataran su consciencia de pueblo. Intento imaginar qué hubiese sido de
Andalucía si hubiera seguido su camino blanco y verde, el que les conducía a la
libertad que da el conocimiento de sí misma, al progreso no enajenante, al
futuro que le correspondía por derecho propio en la historia reciente del
Estado Español.
Y a pesar de todo, aunque en los
colegios silencien el 4 de Diciembre, aunque no se celebre oficialmente nuestro
dia nacional, aunque los símbolos andaluces sólo sirvan para adornar parlamento
y despachos oficiales, no han podido aún aniquilar un espíritu que se resiste a
desaparecer y que no deja de arder por mucha agua que viertan encima. Arderá
menos, a veces hasta puede parecer que lo han conseguido ahogar, pero vuelve a
resurgir una y otra vez y asi será por siempre mientras haya corazones andaluces
que alojen en ellos a la blanca y verde porque nadie puede arrancarte una
bandera del corazón.
Era una mañana luminosa. Será de
nuevo, en algún momento inesperado, otra mañana luminosa. Por conseguirlo
luchan todavía muchos andaluces, muchas andaluzas, incansables, resistentes a
todas las adversidades, valientes, arriesgados, insumisos… llevan en sus manos
la brújula que los orienta hacia el Sur y en su memoria la historia milenaria
de un pueblo, una historia de la que forma parte un luminoso e inolvidable 4 de
Diciembre de 1977 que será siempre una brújula en mi vida y un tesoro en mi
memoria.