Fue
un 5 de Diciembre José, cuando el universo decidió que llegaras a estos
rincones de la tierra donde brillaban las candelas de las fraguas y el sonido
del trabajo se volvía compás. Te quiso gitano el universo y gitano llegaste para orgullo de tu etnia andaluza.
Luego,
tras el tránsito de la vida y el obligatorio paso a otra, te dejamos de ver
pero nunca de escuchar y así te mantenemos entre nosotros, vivo y llenándonos
el alma.
Desde
aquel día en que te fuiste, como es costumbre en el llamado “Género Humano” te
ensalzan y te coronan como “el más grande de todos los tiempos” no sólo los
camaroneros que siempre te defendimos sino también aquellos que tanto te
criticaron y que menospreciaban tu cante acusándote de tantos desvaríos, algo
que permanece invariable desde tiempos inmemoriales.
No
existe “el mejor cantaor de todos los tiempos”, sencillamente, porque desde la
individualidad flamenca, muchos tienen un lugar destacado y decisivo en cada
época . Lo tuyo es otra cosa José, tan importante como ser el mejor de todos
los tiempos… o más.
Lo
tuyo era valentía artística desde la tremenda timidez personal, desde la
humildad integral que te caracterizaba. Quizás por eso necesitabas escaparte
porque había demasiados explotadores y aduladores que se aprovechaban de tu
forma de ser y tu generosidad y tu manera de luchar contra ellos era escapar
por lo únicos caminos que te dejaban. Tu concepto de la vida era otro pero a
los cazadores de tesoros poco les importa el daño de las excavaciones. Y,
aunque aparentemente parecías no percibirlo,
tu eras consciente de todo . Lo sé porque me lo contaste una tarde en
Umbrete mientras se grababa ese disco que fue un antes y un después : “La
leyenda del tiempo”. Aquella tarde,
desde mi perspectiva de jovencilla , me sentí privilegiada cuando me elegiste
como confesora y me hiciste partícipe de reflexiones y sentimientos que aquí se
quedan conmigo para siempre guardados en un cofre del que tiré las llaves. Tras
el cristal del estudio de Umbrete te sostenía cartulinas donde estaba escrita
la letra del tema “Tangos de la
Sultana”. Mientras te sostenía la letra y te veía cantar pensaba en todo lo que
me habías dicho minutos antes y me invadía una mezcla extraña de satisfacción
inmensa por estar viviendo aquel momento y de una gran pena, grande, jonda.
Luego,
tras unos años, la vida dio sus vueltas
y el tiempo , como siempre, realizó su trabajo. Nos vimos en muchas otras
ocasiones pero la última vez que te vi, después de mucho tiempo sin vernos, fue en el Lope de Vega un rato antes de la
actuación en la Bienal. NO dejabas que nadie filmara ni querías hablar con
nadie. Me pidieron que fuese a hablar contigo , querían que entrara en tu
camerino y te convenciera para poder filmar tu actuación. Entré al teatro y
golpeé la puerta de tu camerino. Salió Manzanita cerrando tras él la puerta sin
dejar ni una rendija abierta. Le dije que quería hablar contigo, que sabía que
no querías hablar con nadie y que te dijera que era yo. No estaba muy amigable Manzanita
pero al momento salió y me dijo que pasara. No debí haberlo hecho José. Me
dolió tanto verte que la memoria ha querido borrar esa imagen de mi recuerdo
pero no tus palabras. Te dije : José, soy Pilar… Pilar Távora. Tu no estabas
allí, andabas por otros mundos pero levantaste los ojos y me miraste y
esbozaste una sonrisa al verme, una sonrisa casi tan perdida como tu en aquellos
momentos, pero yo la vi: fue una sonrisa que me provocó una angustia interna
que aún duele el recordarla pero era la sombra de tu sonrisa de siempre, la que
yo conocía y eso fue suficiente para decirme que sabías quien estaba a tu lado.
Ya no quise ser embajadora de los mensajes de la televisión, ni de la
productora que me dijo que fuese a hablar contigo. Me daba igual no cumplir con
“mi misión” y dejar allí a las unidades móviles sin nada que hacer. Me acordé
de las palabras de aquella tarde en Umbrete , de los cazadores de tesoros y ya no quise convencerte
de nada pero te dije el motivo por el que estaba allí. Te quedaste callado.
Manzanita se estaba poniendo impertinente y quería que me fuera del camerino.
Te cogí la mano y tras unos segundos me dijiste ; “prima, lo que tu veas… pero
si estoy muy mal, si no puedo cantar, por favor, que no me graben”. No te dije nada porque no me salía la voz,
era demasiado grande el nudo en la garganta, sólo apreté tu mano, te sonreí y
te di un beso en una mejilla que casi no existía. Salí del camerino sin
pronunciar una sola palabra.
Siguió
pasando el tiempo y mi padre preparaba un espectáculo para la Maestranza de
Sevilla donde estabas tu, Curro Romero, mi hermana Concha y yo. Concha
encarnaba el personaje de “la Seguiriya” y yo elegí ser “La Soleá” para huir
del desgarro, para dulcificar -desde el dolor de lo jondo- aquella ultima vez
en el Lope de Vega. Mi padre iba a verte a tu casa para ir comentando contigo
el espectáculo… le decías que estabas bien, que te estabas recuperando. Tenías
ilusión en aquello. Yo sabía que no se haría nunca. Poco después sucedió todo…
me enteré viendo a Farruco en la Expo 92 y salimos todos corriendo a los coches
para ir a tu casa después del espectáculo… Yo me volví a mitad de camino, ni
siquiera llegué hasta Jerez. No quería estar allí. No quería disputar con nadie
ningún lugar ante las cámaras de televisión ni meterme entre una multitud que
tenía derecho a expresar su gran dolor por tu muerte pero con la que no
compartía mucho. Te dediqué mi “hasta
luego” particular José y , para mi, era suficiente. Los escaparates me
sobraban.
Llevo
días acordándome de ti y sólo me viene repetidamente a la memoria aquella tarde
de Umbrete y aquellos Tangos de la Sultana que le ganan por goleada a las
miradas perdidas.
Algún
día nos vamos a ver José y ya no tendré angustia porque te veré sonreír con una sonrisa abierta, preciosa como la que
tenías, humilde , sin rasgo de miedos y consciente y tus ojos serán los mismos con los que
mirabas aquella tarde andaluza cuando las confesiones.
Sé
que no te importa que cuente esto: por eso lo hago, porque quiero hablar de ti
de otra manera de la que lo hacen los medios de comunicación. Te mando un beso
José. Sabes que es desde lo más jondo. Te quiero Camarón, gracias por venir un
5 de Diciembre a este extraño lugar llamado Mundo y dejarnos tu voz y tu
jondura.