Llevamos
meses teniendo el debate soberanista catalán en primera página. Programas
televisivos, periódicos, entrevistas, manifestaciones… no hay un solo día en
que no se escuche algo sobre el tema ni un solo informativo que no lo mencione.
Lo
veo y escucho y asisto a todo ello con indignación. No por el debate del
derecho de los pueblos a decidir – que no es el que está en la palestra – y con
lo que estoy de acuerdo. Los pueblos tienen derecho a decidir y hacerlo dentro
de unas nuevas formas de convivencias en
las que todos nos sintamos bien. Y hay
que encontrar esas formas como se encontraron , en su día, las de la
transición. Existen . Solo hay que tener
voluntad política para comenzar el camino. No voy a entrar - ya no sería una
breve consideración- en ningún análisis sesudo ni visceral. No es la intención.
¿Y
entonces la indignación? La indignación la provoca algo muy distinto : mientras
durante meses en el Estado y en los medios se ocupan de Cataluña-
España, se ignora y se desprecia con la
indiferencia a un territorio : el andaluz, con la mayor tasa de paro de toda la
Unión Europea y al 80 % de jóvenes
andaluces que , como sus abuelos, vuelven a pensar en la emigración para
sobrevivir. Parece que no es lo bastante importante para llamar la atención del Estado ni para ocupar horas de debate político.
Y ,
al mismo tiempo, me apena ver como entramos en el juego de la distracción y el silencio de los andaluces.